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DOMINGO 13 DE ABRIL REFLEXIÓN EVANGÉLICA

  • Admin
  • 24 mar
  • 9 Min. de lectura

A. Evangelio.



Domingo de Ramos de la Pasión del Señor

Evangelio Lc 23, 1-49

13 de abril de 2025


El Consejo en pleno se levantó y llevaron a Jesús ante Pilato.Allí empezaron con sus acusaciones: «Hemos comprobado que este hombre es un agitador. Se opone a que se paguen los impuestos al César y pretende ser el rey enviado por Dios. Entonces Pilato lo interrogó en estos términos: «¿Eres tú el rey de los judíos?» Jesús le contestó: Tú eres el que lo dice. Pilato se dirigió a los jefes de los sacerdotes y a la multitud. Les dijo: Yo no encuentro delito alguno en este hombre. Pero ellos insistieron: «Está enseñando por todo el país de los judíos y sublevando al pueblo. Comenzó en Galilea y ha llegado hasta aquí. Al oír esto, Pilato preguntó si aquel hombre era galileo. Cuando supo que Jesús pertenecía a la jurisdicción de Herodes, se lo envió, pues Herodes se hallaba también en Jerusalén por aquellos días. Al ver a Jesús, Herodes se alegró mucho. Hacía tiempo que deseaba verlo por las cosas que oía de él, y esperaba que Jesús hiciera algún milagro en su presencia. Le hizo, pues, un montón de preguntas. Pero Jesús no contestó nada, mientras los jefes de los sacerdotes y los maestros de la Ley permanecían frente a él y reiteraban sus acusaciones. Herodes con su guardia lo trató con desprecio; para burlarse de él lo cubrió con un manto espléndido y lo devolvió a Pilato. Y ese mismo día Herodes y Pilato, que eran enemigos, se hicieron amigos. Pilato convocó a los jefes de los sacerdotes, a los jefes de los judíos y al pueblo y les dijo: «Ustedes han traído ante mí a este hombre acusándolo de sublevar al pueblo. Pero después de interrogarlo en presencia de ustedes, no he podido comprobar ninguno de los cargos que le hacen. Y tampoco Herodes, pues me lo devolvió. Es evidente que este hombre no ha hecho nada que merezca la muerte. Así que después de castigarlo lo dejaré en libertad.»

Pero todos ellos se pusieron a gritar: ¡Elimina a éste y devuélvenos a Barrabás! Este Barrabás había sido encarcelado por algunos disturbios y un asesinato en la ciudad. Pilato, que quería librar a Jesús, les dirigió de nuevo la palabra, pero seguían gritando: «¡Crucifícalo, crucifícalo!» Por tercera vez les dijo: «Pero, ¿qué mal ha hecho este hombre? Yo no he encontrado nada que merezca la muerte; por eso, después de azotarlo, lo dejaré en libertad. Pero ellos insistían a grandes voces pidiendo que fuera crucificado, y el griterío iba en aumento. Entonces Pilato pronunció la sentencia que ellos reclamaban. Soltó al que estaba preso por agitador y asesino, pues a éste lo querían, y entregó a Jesús como ellos pedían. Cuando lo llevaban, encontraron a un tal Simón de Cirene que volvía del campo, y le cargaron con la cruz para que la llevara detrás de Jesús. Lo seguía muchísima gente, especialmente mujeres que se golpeaban el pecho y se lamentaban por él. Jesús, volviéndose hacia ellas, les dijo: «Hijas de Jerusalén, no lloren por mí. Lloren más bien por ustedes mismas y por sus hijos. Porque llegarán días en que se dirá: «Felices las mujeres que no tienen hijos. Felices las que no dieron a luz ni amamantaron.» Entonces dirán: ¡Que caigan sobre nosotros los montes, y nos sepulten los cerros! Porque si así tratan al árbol verde, qué harán con el seco? Junto con Jesús llevaban también a dos malhechores para ejecutarlos. Al llegar al lugar llamado de la Calavera, lo crucificaron allí, y con él a los malhechores, uno a su derecha y el otro a su izquierda. Mientras tanto Jesús decía: «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen. Después los soldados se repartieron sus ropas echándolas a suerte. La gente estaba allí mirando; los jefes, por su parte, se burlaban diciendo: «Si salvó a otros, que se salve a sí mismo, ya que es el Mesías de Dios, el Elegido. También los soldados se burlaban de él. Le ofrecieron vino agridulce diciendo: «Si tú eres el rey de los judíos, sálvate a ti mismo. Porque había sobre la cruz un letrero que decía: «Este es el rey de los judíos. Uno de los malhechores que estaban crucificados con Jesús lo insultaba: «¿No eres tú el Mesías? ¡Sálvate a ti mismo y también a nosotros.»

Pero el otro lo reprendió diciendo: «¿No temes a Dios tú, que estás en el mismo suplicio? Nosotros lo hemos merecido y pagamos por lo que hemos hecho, pero éste no ha hecho nada malo.» Y añadió: «Jesús, acuérdate de mí cuando entres en tu Reino. Jesús le respondió: «En verdad te digo que hoy mismo estarás conmigo en el paraíso. Hacia el mediodía se ocultó el sol y todo el país quedó en tinieblas hasta las tres de la tarde. En ese momento la cortina del Templo se rasgó por la mitad, y Jesús gritó muy fuerte: «Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu». Y dichas estas palabras, expiró. El capitán, al ver lo que había sucedido, reconoció la mano de Dios y dijo: «Realmente este hombre era un justo.» Y toda la gente que se había reunido para ver este espectáculo, al ver lo ocurrido, comenzó a irse golpeándose el pecho.

Estaban a distancia los conocidos de Jesús, especialmente las mujeres que lo habían acompañado desde Galilea, y todo esto lo presenciaron ellas.





B. Pasajes paralelos.




Evangelio de Lucas

22,14-71


Llegada la hora, Jesús se sentó a la mesa con los apóstoles y les dijo: Yo tenía gran deseo de comer esta Pascua con ustedes antes de padecer. Porque, se lo digo, ya no la volveré a comer hasta que sea la nueva y perfecta Pascua en el Reino de Dios. Jesús recibió una copa, dio gracias y les dijo: «Tomen esto y repártanlo entre ustedes, porque les aseguro que ya no volveré a beber del jugo de la uva hasta que llegue el Reino de Dios. Después tomó pan y, dando gracias, lo partió y se lo dio diciendo: Esto es mi cuerpo, que es entregado por ustedes. Hagan esto en memoria mía. Hizo lo mismo con la copa después de cenar, diciendo: Esta copa es la alianza nueva sellada con mi sangre, que es derramada por ustedes. Sepan que la mano del que me traiciona está aquí conmigo sobre la mesa. El Hijo del Hombre se va por el camino trazado desde antes. Pero ¡pobre del hombre que lo entrega. Entonces empezaron a preguntarse unos a otros quién de ellos iba a hacer tal cosa. Luego comenzaron a discutir sobre quién de ellos era el más importante. Jesús les dijo: «Los reyes de las naciones las gobiernan como dueños, y los mismos que las oprimen se hacen llamar bienhechores. Pero no será así entre ustedes. Al contrario, el más importante entre ustedes debe portarse como si fuera el último, y el que manda, como si fuera el que sirve.Porque ¿quién es más importante: el que está a la mesa o el que está sirviendo? El que está sentado, por supuesto. Y sin embargo yo estoy entre ustedes como el que sirve. Ustedes son los que han permanecido conmigo, compartiendo mis pruebas. Por eso les doy autoridad como mi Padre me la dio a mí haciéndome rey. Ustedes comerán y beberán a mi mesa en mi Reino, y se sentarán en tronos para gobernar a las doce tribus de Israel. ¡Simón, Simón! Mira que Satanás ha pedido permiso para sacudirlos a ustedes como trigo que se limpia; pero yo he rogado por ti para que tu fe no se venga abajo. Y tú, cuando hayas vuelto, tendrás que fortalecer a tus hermanos.» Pedro dijo: Señor, estoy dispuesto a ir contigo a la prisión y a la muerte. Pero Jesús le respondió: «Yo lo digo, Pedro, que antes de que cante hoy el gallo, habrás negado tres veces que me conoces. Jesús también les dijo: «Cuando les envié sin cartera ni equipaje ni calzado, ¿les faltó algo?» Ellos contestaron: Nada.Y Jesús agregó: «Pues ahora, el que tenga cartera, que la tome, y lo mismo el equipaje. Y el que no tenga espada, que venda el manto para comprarse una. Pues les aseguro que tiene que cumplirse en mi persona lo que dice la Escritura: Ha sido contado entre los delincuentes. Ahora bien, todo lo que se refiere a mí está llegando a su fin.Ellos le dijeron: «Mira, Señor, aquí hay dos espadas.» El les respondió: «¡Basta ya!» Después Jesús salió y se fue, como era su costumbre, al monte de los Olivos, y lo siguieron también sus discípulos.Llegados al lugar, les dijo: «Oren para que no caigan en tentación. Después se alejó de ellos como a la distancia de un tiro de piedra, y doblando las rodillas oraba con estas palabras: «Padre, si quieres, aparta de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya. Entonces se le apareció un ángel del cielo para animarlo. Entró en agonía y oraba con mayor insistencia. Su sudor se convirtió en gotas de sangre que caían hasta el suelo.Después de orar, se levantó y fue hacia donde estaban los discípulos. Pero los halló dormidos, abatidos por la tristeza. Les dijo: «¿Ustedes duermen? Levántense y oren para que no caigan en tentación.» Todavía estaba hablando cuando llegó un grupo encabezado por Judas, uno de los Doce. Como se acercaba a Jesús para darle un beso, Jesús le dijo: «Judas, ¿con un beso traicionas al Hijo del Hombre? Los que estaban con Jesús vieron lo que iba a pasar y le preguntaron: Maestro, ¿sacamos la espada? Y uno de ellos hirió al servidor del sumo sacerdote cortándole la oreja derecha.

Pero Jesús le dijo: «¡Basta ya!» Y tocando la oreja del hombre, lo sanó. Jesús se dirigió después a los que habían venido a tomarlo preso, a los jefes de los sacerdotes, de la policía del Templo y de los judíos y les dijo: «Tal vez buscan a un ladrón, y por eso han venido a detenerme con espadas y palos. ¿Por qué no me detuvieron cuando d ía tras día estaba entre ustedes en el Templo? Pero ahora reinan las tinieblas, y es la hora de ustedes.Entonces lo apresaron y lo llevaron a la casa del sumo sacerdote, donde entraron; Pedro los seguía a distancia. Prendieron un fuego en medio del patio y luego se sentaron alrededor; Pedro también se acercó y se sentó entre ellos. Como estaba ahí sentado en la claridad del fuego, una muchachita de la casa lo vio y, después de mirarlo, dijo: Este también estaba con él. Pero él lo negó diciendo: Mujer, yo no lo conozco. Momentos después otro exclamó al verlo: «Tú también eres uno de ellos.» Pero Pedro respondió: «No, hombre, no lo soy. Como una hora más tarde, otro afirmaba: «Seguramente éste estaba con él, pues además es galileo. De nuevo Pedro lo negó diciendo: «Amigo, no sé de qué hablas.» Todavía estaba hablando cuando un gallo cantó. El Señor se volvió y fijó la mirada en Pedro. Y Pedro se acordó de la palabra del Señor, que le había dicho: «Antes de que cante hoy el gallo, me habrás negado tres veces. Y, saliendo afuera, lloró amargamente.Los hombres que custodiaban a Jesús empezaron a burlarse de él y a darle golpes.Le cubrieron la cara, y después le preguntaban: Adivina quién te pegó. Y proferían toda clase de insultos contra él. Cuando amaneció, se reunieron los jefes de los judíos, los jefes de los sacerdotes y los maestros de la Ley, y mandaron traer a Jesús ante su Consejo. Le interrogaron: ¿Eres tú el Cristo? Respóndenos. Jesús respondió: Si se lo digo, ustedes no me creerán, y si les hago alguna pregunta, ustedes no me contestarán. Desde ahora, sin embargo, el Hijo del Hombre estará sentado a la derecha del Dios Poderoso. Todos dijeron: Entonces, ¿tú eres el Hijo de Dios?» Jesús contestó: Dicen bien, yo soy. Ellos dijeron: ¿Para qué buscar otro testimonio? Nosotros mismos lo hemos oído de su boca.



C. Iluminación desde el Antiguo Testamento.



Zacarias 9, 9


Alégrate mucho, hija de Sion; da gritos de júbilo, hija de Jerusalén. ¡Mira, tu rey viene hacia ti! Justo y victorioso, humilde, montado en un asno, en un potrillo, hijo de una asna."



Salmo 118,25-26


"¡Te rogamos, Señor, que nos salves! ¡Te rogamos, Señor, que nos des prosperidad! Bendito el que viene en el nombre del Señor; desde la casa del Señor los bendecimos." Yahveh es Dios, él nos ilumina. ¡Cerrad la procesión ramos en mano hasta los cuernos del altar!.



Daniel 7,13-14


"Vi en visión nocturna que venía sobre las nubes del cielo uno como un hijo de hombre. Se acercó al Anciano de días y fue conducido delante de Él. Y le fue dado dominio, gloria y reino, para que los pueblos, naciones y lenguas le sirviesen. Su dominio es dominio eterno, que no pasará, y su reino no será destruido."



D. Contexto cultural en los tiempos de Jesús.


El contexto cultural en los tiempos de la Pasión de Jesús estuvo marcado por tensiones políticas, religiosas y sociales. Jesús fue visto como una amenaza tanto por las autoridades romanas, que temían disturbios, como por los líderes religiosos judíos, que veían en él una amenaza para su poder. La expectativa mesiánica, las tensiones en el Templo, la influencia de Roma y la cultura de la crucifixión se entrelazaron para llevar a Jesús a la cruz. Sin embargo, a través de este sacrificio, Jesús cumplió su misión redentora, ofreciendo la salvación a toda la humanidad mas allá de las estructuras políticas y religiosas de su tiempo.



E. Preguntas para Reflexionar



  1. ¿Cómo puedo comprender el sacrificio de Jesús de una manera que transforme mi vida diaria?


  2. ¿Cómo me siento al reflexionar sobre los momentos de soledad de Jesús en Getsemaní


  3. ¿Qué me enseña sobre la importancia de la oración y la intimidad con Dios en tiempos de angustia?


  1. ¿De qué manera las traiciones de Judas y la negación de Pedro reflejan mi propia debilidad y necesidad de arrepentimiento?


  1. ¿Cómo puedo fortalecer mi lealtad y compromiso con Cristo en mi vida diaria?


  1. ¿Qué significa que la cruz de Jesús haya sido el instrumento de nuestra salvación?


  1. ¿Cómo puedo abrazar la cruz en mi vida, aceptando mis propias dificultades y pruebas como parte del camino hacia la santidad?


  2. ¿Cómo la resurrección de Cristo me invita a una vida de renovación y transformación espiritual?


  1. ¿Qué aspectos de mi vida necesitan resucitar o renovarse, y cómo puedo colaborar con el Espíritu Santo en este proceso?



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